Mover a México hacia la barbarie: Enrique Ibarra

Jal.| 11 oct. 2014

No hace mucho tiempo, a principios de septiembre, el presidente Enrique Peña Nieto celebraba con exagerado júbilo que las 11 reformas aprobadas en sus primeros 20 meses de mandato pondrían al país en las puertas del primer mundo.

Nos aseguró que la apertura del sector energético, las reformas en materia fiscal y en telecomunicaciones transformarían a México y que faltaba poco para que nos instaláramos como una potencia mundial. Nos aseguró que se atraerían grandes inversiones, que el crecimiento económico finalmente despegaría, a costa de ceder parte de nuestros recursos. Adicionalmente, enumeró cinco grandes metas nacionales a alcanzar durante este sexenio. A dos de ellas las tituló: "México en paz" y "México próspero".

Sin embargo, hechos como el ajusticiamiento de 22 personas presuntamente a manos de militares en Tlatlaya, en el Estado de México; o la desaparición forzada de 43 normalistas de Ayotzinapa en Guerrero, demuestran que el México bárbaro, el México bronco, el México violento, el México inseguro y que no respeta los derechos humanos sigue más vivo que nunca.

Me detengo en el caso de los jóvenes de Guerrero, donde cobardemente estudiantes inocentes fueron masacrados y desaparecidos con total impunidad. A dos semanas de la tragedia, y con el alcalde, José Luis Abarca, fugado, los familiares desconocen su paradero. Los relatos de los sobrevivientes nos estremecen. El hecho de que tanto policías municipales, como gente del crimen organizado, formó parte de los asesinatos nos recuerdan los episodios más negros de la historia de México (Tlatelolco, Acteal).

Por más empeño del Presidente en hacernos creer que vivimos en un país moderno, la realidad lo contradice. Un país verdaderamente moderno y con instituciones fuertes es aquel que hace valer el estado de derecho y castiga a los responsables de una matanza cruel. Un país que permite que gente inocente desaparezca sin dejar ningún rastro, como en las peores épocas de la guerra sucia, no es un país moderno.

El mundo mira preocupado lo que ocurre el país. La desaparición de los normalistas ha llamado la atención y ha generado un clima de indignación y tristeza entre la población que salió en masa el miércoles a las calles a repudiar estos hechos atroces.

El presidente, parafraseando su eslogan se comprometió a mover a México, y efectivamente lo está haciendo, pero hacia la barbarie.

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