Por una izquierda democrática
Es indispensable que de las elecciones del 7 de junio resulten una Cámara de Diputados federal y gobiernos estatales y municipales con legitimidad y márgenes de maniobra suficientes para la restauración de la concordia nacional y para recuperar el crecimiento y la esperanza. Es hora de que asumamos un compromiso con la normalidad democrática. Las elecciones no son batallas para aniquilar a supuestos enemigos históricos. Son procesos para elegir a los legítimos titulares de los poderes legales del Estado. Elecciones legales con resultados legítimos, no más, pero tampoco menos. Nada es más importante en la coyuntura política de México que el compromiso de todos para que los procesos electorales sean irreprochables y produzcan resultados irrefutables y legítimos. Aceptados por todos.
Estas elecciones revisten una singular importancia, pues de sus resultados dependerá el veredicto que la nación y el mundo emitan sobre el futuro de la democracia mexicana. Que los ganadores sepan ganar y los perdedores sepan perder, con valor civil y compromiso con la democracia. Quien no aprenda a respetar las reglas del juego sólo hará el ridículo y cavará hondo su tumba política. En los procesos electorales de trascendencia y, sobre todo, en los sistemas presidencialistas como el nuestro, la decisión de los votantes se decanta, finalmente, entre dos opciones: el cambio y la continuidad. Y hoy, en México, por las razones que sean, la gran mayoría de los mexicanos anhelamos un cambio en el rumbo que al país se le traza desde los poderes legalmente constituidos, en especial desde el liderazgo, que por nuestras instituciones y cultura política le toca ejercer al Presidente de la República.
Basta de cuestionamientos infundados. Sólo gobiernos legítimos con amplio sustento democrático permitirán a México desplegar una estrategia que responda, de manera eficaz, a la violencia criminal. México requiere gobiernos legítimos, capaces de concertar democráticamente los cambios para devolver a todos los mexicanos, sobre todo, a los jóvenes, la esperanza en un porvenir de oportunidades y no de frustración.
La democracia mexicana necesita la participación de una izquierda democrática, capaz de sumarse a un proceso institucional de construcción de amplios consensos, que permitan avanzar con unidad nacional hacia los importantes cambios, no sólo legislativos, sino sociales y políticos -en el más amplio sentido- que México reclama con urgencia. La intransigencia sólo obstaculiza la reconstrucción de una izquierda eficaz y capaz de hacer valer su fuerza. Los mexicanos menos favorecidos esperan que su suerte mejore gracias a políticas públicas de amplio impacto social, en cuyo diseño no puede estar ausente el punto de vista de una izquierda institucional, democrática y moderna. Movimiento Ciudadano, dirigido con lucidez y valentía por Dante Delgado, es un ejemplo a seguir y una fuerza en favor de la pluralidad democrática. El avanzar en el perfeccionamiento de una democracia plural y duradera requiere que las fuerzas sociales de izquierda participen en forma pacífica, democrática y legal en la construcción de los consensos que México necesita para superar la inseguridad y el estancamiento para construir opciones y hacer valer su capital político por la vía de las instituciones, por cauces democráticos y en la concordia. Desde la razón y no desde la cerrazón.