Un llamado a la decencia: Enrique Ibarra

Jal.| 23 may. 2015
 
A Isabella, bienvenida a la vida y a mi familia.
 
Ninguna campaña política puede estar por encima de la dignidad y de la decencia, de la integridad de las personas, del respeto a su privacidad y a su intimidad. No se vale todo en aras de conservar el poder. La Guerra Sucia ya de por sí es bochornosa, pero hay límites que se deben respetar y líneas que no se deben cruzar.
 
Meterse con la familia de un candidato es un acto vil, ruin y de una bajeza infinita. Mi solidaridad a Lorena Martínez, esposa de Enrique Alfaro, por su valentía y por no esconderse ante los ataques de los cobardes. Ella no es política, ni tiene por qué ser protagonista de la contienda.
 
Lo que pasó el jueves, día que Lorena recibió las amenazas, no es más que el último ejemplo de una elección que ha estado empañada por los golpes bajos hacia el candidato puntero.
 
Este proceso electoral, por todo lo que representa,  la esperanza de contar con un gobierno decente, es uno de los más importantes que hemos vivido en Jalisco en las últimas décadas.
 
Sin embargo, muchos no han entendido la trascendencia del momento y la necesidad de estar a la altura. Todos, institutos, medios,  ciudadanía y autoridades, debemos poner nuestro grano de arena para contar con un proceso intachable, digno y del cual nos podamos sentir orgullosos. Afortunadamente, cada día el candidato puntero se ve más sólido y demuestra ser el más preparado para dirigir a su comunidad y garantizar un buen gobierno.
 
En el debate del miércoles organizado por la Universidad de Guadalajara, se volvió a refrendar que es el único que está a altura del reto que representa gobernar la capital de Jalisco. Los demás tuvieron que resignarse ante la evidencia: Alfaro, cuidadoso en sus palabras, prudente en sus comentarios, atento y sensible con la comunidad universitaria, mostró que está por encima de los demás.

En la democracia, unos ganan y otros pierden. Eso forma parte de las reglas de juego. Pero, buscar alterar y ensuciar un proceso con amenazas ruines pone en riesgo nuestra democracia. Pero el 7 de junio los ciudadanos tendremos en nuestras manos una oportunidad única para que regrese la decencia y el sentido común.
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